El sangriento legado de Al Qaida

http://www.abc.es/20110502/internacional/abci-sangriento-legado-qaida-201105021153.html

Nadie sabe exactamente cuántas, pero las víctimas de Al Qaida se cuentan por decenas de miles. Podrían ser muchas más si los numerosos atentados fallidos hubiesen tenido éxito. La marca de la casa: operaciones muy bien organizadas, a menudo suicidas, que normalmente provocan explosiones simultáneas en varios lugares para probar la sofisticación del grupo.
La primera vez que el mundo oyó hablar de Osama Bin Laden –todavía faltaba algún tiempo para que escuchásemos el nombre de Al Qaida- fue en 1998, cuando la voladura casi simultánea de las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania se cobró la vida de más de 220 personas e hirió a unas cuatro mil. La investigación del FBI concluyó que la responsable era la Yihad Islámica egipcia, liderada por Ayman Al Zawahiri y que para entonces ya se había integrado en la organización de Bin Laden.
Dos años después, una lancha suicida atentó contra el destructor USS Cole en Yemen, matando a diecinueve soldados norteamericanos. Para entonces, las autoridades estadounidenses tenían ya información suficiente como para culpar a Al Qaida.

11 de septiembre de 2001

El 11 de septiembre de 2001, dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas en Nueva York, un tercero lo hizo contra el Pentágono, y un último cayó sobre Pensilvania después de que los pasajeros se amotinasen contra los secuestradores. El balance final fue de más de tres mil muertos y seis mil heridos.
En abril de 2002, Jalid Sheikh Mohamed, uno de los lugartenientes de Bin Laden, organizó un atentado en una sinagoga en la isla tunecina de Yerba que provocó 21 muertos. Fue una de las últimas operaciones directamente organizadas por el «núcleo duro» de Al Qaida, pues la intervención militar en Afganistán había eliminado sus bases y centros de entrenamiento en aquel país. La acción policial en todo el mundo permitió la desarticulación de numerosas células, así como de gran parte del entramado económico y logístico de la organización.
No obstante, ésta continuó operando a través de grupos terroristas afines a los que proveían de financiación y apoyo logístico. En octubre de 2002, uno de estos grupos, liderado por el indonesio Imam Samudra, provoca una carnicería en varias discotecas de Bali, matando a 202 personas e hiriendo a otros dos centenares.
Un año después, el 15 de noviembre de 2003, un grupo yihadista dirigido por el sirio Loai Al-Saqa y el turco Harun Ilhan organiza varios atentados con camiones bomba contra las sinagogas de Bet Israel y Neve Shalom en Estambul, asesinando a 27 personas. Cinco días más tarde, otros dos camiones estallan en la sede del banco HSBC y el consulado británico, matando a treinta personas, entre ellas el propio cónsul. Durante el juicio, Al-Saqa se definió como “un combatiente de Al Qaida”.

Atentado de Madrid

El 11 de marzo de 2004, el llamado Grupo Combatiente Marroquí, cuyos miembros afirman profesar la misma ideología que Al Qaida, provocan 191 muertos y 1.800 heridos al atentar contra varios trenes de cercanías en Madrid. Ese mismo año, una facción local de Al Qaida asalta el Complejo Oasis en la ciudad saudí de Khobar, separa a los musulmanes de los cristianos y decapita a estos últimos, un total de 22 personas.

Mientras tanto, tras la invasión estadounidense de Irak, una facción de la resistencia iraquí, liderada por el jordano Abu Musa Al Zarqaui, jura lealtad a Bin Laden e inicia una sangrienta campaña de atentados, secuestros y decapitaciones. Sus víctimas se cuentan por centenares, hasta que un bombardeo estadounidense acaba con él en 2006.
El 7 de julio de 2005, cuatro ciudadanos británicos (tres de origen pakistaní y otro un jamaicano convertido al islam) se inmolan en varias estaciones de metro y autobús de Londres. Mueren 56 personas, y más de 700 resultan heridas. Saltan todas las alarmas de los servicios de inteligencia occidentales, puesto que estos suicidas parecen haberse radicalizado y formado enteramente en territorio británico, con la excepción del líder de la célula, Mohamad Sidiqe Han, quien se cree que viajaba regularmente a Afganistán y Pakistán.
Durante estos años, otros atentados masivos en lugares como Moscú, el Cáucaso o Mumbai son inicialmente atribuidos a Al Qaida, si bien posteriores investigaciones demuestran que los responsables son grupos autóctonos de Chechenia, Ingushetia o Cachemira. No obstante, algunos de estos grupos mantienen vínculos con la organización de Bin Laden.
Al mismo tiempo, Al Qaida logra una gran victoria propagandística: logra que el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate –uno de los pocos movimientos yihadistas supervivientes de la sanguinaria guerra de Argelia de los años 90- se una a ellos. A partir de ahora, se llamarán Al Qaida en el Magreb Islámico. En 2007, atentan en Argel, matando a 33 personas y reactivando el miedo a un rebrote de la violencia islamista en el país.
En 2009, dos extraños incidentes preocuparon a los expertos. En junio, el psicólogo militar estadounidense Abdulhakim Muyahid Muhamad, recientemente convertido al islam, abrió fuego con su rifle reglamentario contra una oficina de reclutamiento en Little Rock, Arkansas, matando a un soldado e hiriendo a otro. Muhamad había tenido contactos con Anuar El Awlaki, uno de los líderes de Al Qaida en Yemen. El día de Navidad de ese mismo año, el nigeriano Omar Faruk Abdulmutalab intentó volar un avión estadounidense con una bomba oculta en sus calzoncillos. Abdulmutalab también había viajado a Yemen para recibir entrenamiento.
El año pasado, dos paquetes bomba fueron encontrados en aviones de carga estadounidenses, procedentes de Yemen. El líder de Al Qaida en la Península Arábiga, Anuar El Awlaki, asumió la autoría del atentado fallido. Se trata, por ahora, del último intento de la organización por provocar una masacre con la que seguir reivindicando su sangriento legado.

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