El muecín de Puerto I

Fuente: publico.es

El antiguo traficante y confidente Rafá Zouhier abraza el islam en la cárcel y reprende a los 'malos' musulmanes. Es uno de los 16 presos que cumplen condena por el 11-M

Purga su pena en la cárcel de Puerto I (Cádiz) un buen musulmán que cumple con los cinco preceptos del islam y se enoja y reprende a aquellos hermanos que descuidan el ayuno o la oración. Cultiva la yihad mayor, la lucha personal contra sus instintos y bajas pasiones. Por otra yihad, la de quienes empuñan la espada del islam contra los infieles, los tribunales lo condenaron a diez años de prisión. Es Rafá Zouhier, aquel que durante el juicio del 11-M explicó al tribunal: "Yo soy de discotecas y fiesta. No he pisado una mezquita en la vida".

Si se atiende al contenido del sumario del 11-M y a la posterior sentencia, esa afirmación puede ser de las pocas verdades que Zouhier dijo durante el juicio. Portero y go gó de discoteca, confidente de la Guardia Civil, detenido por atracador, traficante confeso, consumidor habitual de drogas y mujeriego, la transformación de Zouhier es el único cambio aparente entre los aún 16 presos por la masacre de los trenes. Zouhier es también el único de ellos que está encerrado en Puerto I, una cárcel sólo para presos en primer grado, los más conflictivos, que tienen restringidos sus movimientos a pesar de estar entre rejas.

El marroquí integra una de las tres categorías en las que Instituciones Penitenciarias divide a los reclusos del 11-M. La primera está compuesta por autores materiales y radicales con perfil de líderes; la segunda, por actores secundarios de la trama, y una tercera donde se agrupan los inclasificables. A esta última pertenecen el conflictivo Zouhier; Emilio Suárez Trashorras, que recibe tratamiento psiquiátrico en León, y dos de los jóvenes que ayudaron a transportar el explosivo y ahora cumplen condena en Villabona (Asturias), cerca de sus familias.

Agrupación, no dispersión

Los mayoría de los miembros de las otras dos categorías están agrupados en sendas prisiones. El Ministerio del Interior aplica la dispersión a los presos de ETA para impedir que la banda se organice dentro de las cárceles (frente de makos), pero, en el caso de los islamistas, consideró peligroso esparcirlos por distintos centros y arriesgarse a que contagiaran su radicalismo a otros reos musulmanes.

Sólo dos condenados por el Tribunal Supremo han recuperado la libertad tras cumplir un año por falsedad documental. Instituciones Penitenciarias mantiene a los 16 que siguen dentro clasificados en el Fichero de Especial Seguimiento (FIES), al igual que el resto de terroristas, mafiosos, policías corruptos y cualquier otro delincuente que, independientemente de su condición, mantiene un comportamiento conflictivo. Ninguno de los condenados por el 11-M goza hoy en día de beneficios penitenciarios.

Alicante y Pontevedra

En la cárcel de Alicante están los generales, entre ellos Jamal Zougam, condenado a más de 40.000 años de cárcel como autor material de 191 asesinatos; Hassan el Haski, exdirigente del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), y el universitario Fouad el Morabit. Salen al patio unas horas, comen en la celda, rezan por separado y apenas reciben visitas. Y de ellos no sale una palabra digna de ser recogida en los informes que hacen los funcionarios dedicados a tareas de control del radicalismo, según fuentes penitenciarias.

En la prisión de A Lama (Pontevedra) están encerrados seis condenados de segundo nivel, casi todos por pertenencia a organización terrorista. La tercera categoría, la de Zouhier, está esparcida por distintas cárceles. A ella se incorporó hace tres años Antonio Toro, el excuñado de Suárez Trashorras absuelto por la Audiencia Nacional y condenado por el Tribunal Supremo a cuatro años por tráfico de explosivos. Toro ha pasado por varias cárceles y dentro de poco dejará la de Nanclares de Oca (Álava), donde también cumple condena el grupo más avanzado de expresos de ETA acogidos a la reinserción.

Toro presenta para Instituciones Penitenciarias el perfil de recluso muy activo, al que no conviene dejar que teja complicidades en la cárcel. Ya lo hizo a finales de 2001 en Villabona. Allí conoció a un marroquí que estaba a la espera de ser juzgado por atraco a mano armada, Rafá Zouhier. Se lo presentó a Trashorras y al salir de la cárcel comenzaron a hacer negocios. El 28 de octubre de 2003, Suárez Trashorras y un tal Jamal Ahmidan, el Chino, ex yonqui y traficante, acordaron en la mesa de un McDonald's de Carabanchel intercambiar explosivo por hachís. Los había presentado Rafá Zouhier, que cumple condena por un delito de tráfico de explosivos en colaboración con organización terrorista. El mismo que hace de muecín sin atalaya incitando al rezo de sus hermanos en el penal de Puerto I.

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