Los fundamentalismos ante las mujeres

M. Laure Rodríguez Quiroga
Opinión en Cambio 16 (www.cambio16.es)

Presidenta de UMME y directora de Torre de Babel IV Congreso Internacional de Feminismo Islámico


La mujer es convertida en el chivo expiatorio sobre el que ejercer todas las presiones, marginándola

No me cabe la menor duda de la estrecha relación existente entre los fundamentalismos y las mujeres, o siendo más exacta, el fundamentalismo de corte islámico y la violencia de género.

Desde los postulados fundamentalistas promovidos por comunidades musulmanas, todo lo que tenga que ver con “modernidad occidental” debe ser rechazado y combatido. En este contexto, las mujeres musulmanas en todo el mundo están siendo las portadoras de la modernidad y, por lo tanto, si la mujer se moderniza, también lo hace el conjunto de la sociedad.

De esta forma, la mujer es convertida en el chivo expiatorio sobre el que ejercer todas las presiones, marginándola e incapacitándola para desarrollarse con total independencia. A pesar del mensaje liberador del islam, exportan del patriarcado los roles históricos que han definido a las féminas: sumisión, disposición a la renuncia individual para el beneficio familiar, abnegación, bondad, etc.

Empieza a surgir un discurso de confinamiento como precepto religioso, subyugando a las mujeres y confinándolas en el espacio vital finito del hogar.

Contrariando las enseñanzas coránicas, expanden y promueven una serie de directrices que coartan la emancipación de las mujeres, tanto a nivel psicológico, social o económico como espiritual. Así, predican la obligación de permanecer en el hogar, no salir salvo lo estrictamente necesario, entregarse y dedicarse de manera absoluta a la familia, prohibición del uso de anticonceptivos, restricción del trabajo fuera del ámbito doméstico, limitaciones al acceso a la educación, separación visceral de espacios, entre otros puntos.

En definitiva, se perfila una mística de la feminidad deforme, potenciándose el hogar como respuesta al mensaje de liberación de la mujer occidental.

Así, la teoría de la domesticidad de las mujeres parece que empieza a acaparar las bases ideológicas de estos grupos que quieren, irrefrenablemente, evitar el “contagio” de las ideas liberadoras occidentales.

Es aquí donde recobra especial protagonismo la obsesiva mirada a la vestimenta femenina. De esta forma, no solo se postula un rechazo a la vestimenta occidental, sino que se impulsa una vez más, la excusa del mandato divino para imponer una forma de ataviarse que la separe aún más del espacio público, en el caso de estar circulando por él.

Es aquí donde entra en escena el uso del niqab, ya que supondrá un freno para las relaciones sociales, para el acceso al mercado laboral, y en definitiva para un aislamiento con el exterior y un impedimento a su pleno ejercicio político de ciudadana de pleno derecho.

De esta forma, esta construcción innovadora fundamentalista es excluyente con las mujeres musulmanas, por lo que, ahora más que nunca, es preciso que deconstruyamos esas interpretaciones erróneas del Corán, para recuperar ese mensaje liberador que hace catorce siglos garantizó un estatus social, económico y legal de pleno derecho entre mujeres y hombres.

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