El islam en la escuela española

Fuente: islamnews.es

Autor: Iván Jiménez-Aybar. Instituto de Ciencias de la Familia. Universidad de Navarra

"La escuela es un espacio privilegiado para potenciar la tolerancia e inculcar el valor positivo de la diversidad". Esta frase del Informe a la UNESCO de 1996 de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI enmarca inmejorablemente la reciente puesta en marcha de la asignatura de religión islámica en algunos colegios públicos de las comunidades autónomas de Aragón, País Vasco y Andalucía.
Hablando de lo que hablamos, conviene actuar con rigor y huyendo de todo prejuicio o estereotipo. En primer lugar, porque se trata de una cuestión de justicia. Ya lo decía Thomas Hobbes allá por 1666 (Diálogo entre un filósofo y un jurista): "La ley de la razón ordena que todos observen la ley a la que han prestado su asentimiento". Y esto es lo que han hecho el Gobierno y la Comisión Islámica de España (CIE), poniendo en marcha el artículo 10 del Acuerdo de cooperación -pacto con rango de ley- firmado por ambos en 1992, que garantiza el derecho a recibir la enseñanza de esta religión en los centros docentes públicos y privados concertados, desarrollado en 1996 por un Convenio que establece que el Estado sólo la subvencionará cuando en un centro determinado existan, por lo menos, diez alumnos solicitantes. Pero, ¿por qué no se ha hecho antes -con la excepción de Ceuta y Melilla- pese a haber alumnos suficientes en muchas ciudades de España? Los representantes de la CIE afirman que el PP paralizó el Acuerdo al llegar al poder en 1996. Y, cuando éste gobernaba, desde el Ministerio de Justicia sostenían que el problema residía en las profundas diferencias internas de la CIE. ¿Quién tiene razón? Desde mi conocimiento del problema y de sus protagonistas, creo que podemos repartir culpas al cincuenta por ciento.
Por tanto, se ha cumplido con la palabra dada. Pero todavía queda mucho camino por recorrer. El Islam llega a la escuela cuando más se cuestiona la presencia de la religión en este ámbito. La comunidad musulmana se encontrará con la oposición de los que anuncian sin fundamento una nueva invasión islámica, y también de los que afirman que la religión no debe traspasar el umbral de las iglesias (o de las mezquitas). A todos ellos les animo a replantearse la cuestión, al menos, en términos de 'utilidad'. Así lo hizo John Stuart Mill en La utilidad de la religión, escrito a mediados del XIX. Este londinense (por cierto, nada creyente), meditó sobre "el tremendo poder de la educación y el efecto indescriptible de inculcar desde la infancia una serie de hábitos fundados en la creencia correspondiente". Y, dado que "el poder de la educación es casi ilimitado", no duden de lo útil que la enseñanza de la religión musulmana puede ser para transmitir valores como la paz, la democracia o la igualdad entre el hombre y la mujer, demostrando así que no están reñidos con el Islam (al menos en Europa). Ante sí tienen el reto de acompañar la integración de las nuevas generaciones, acabando con prácticas muchas veces ajenas a la religión que menoscaban la dignidad de la mujer (malos tratos, matrimonios concertados tras abandono forzoso y temprano de los estudios, mutilación genital, etc.) y extirpando de raíz ese odio hacia Occidente que tanta sangre derramó en Madrid y en Londres.
La clave reside en la normalización del Islam en la escuela, institucionalizando su enseñanza para ofrecer seguridad y disipar toda sombra de sospecha. Aquí ocurre como con las reinas, que 'castas y puras deben ser, pero también lo deben parecer'. La CIE, junto con los Ministerios de Justicia y Educación, debe homogeneizar y homologar el proceso de formación y selección de los profesores. Aunque me consta que el perfil de los escogidos es el adecuado (muchos de ellos tienen una sólida formación y son tan españoles como cualquiera de nosotros), nada puede dejarse a la improvisación. El Islam español no se puede permitir otro imam de Fuengirola. Asimismo, el contar con temarios y manuales unificados mejoraría la calidad de la enseñanza y daría una imagen de transparencia. Como otrora dijera el bachiller Sansón a don Quijote, "no hay libro tan malo, que no tenga algo bueno". En este caso, esos libros, independientemente de su calidad, deberían contener fe y sabiduría; pero, sobre todo, mucha paz. Insha'Allah. Que así sea.

Publicado en: La Gaceta de los Negocios (Madrid)

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